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Quizás toda mi vida me preparé para este momento, para esta batalla, probablemente cada decisión que he tomado me ha conducido a este camino.
Pienso que cada persona que atesoro en mi corazón como maestro, me preparó de alguna forma para enfrentar lo que considero la guerra más grande de mi vida. Una guerra en donde no solo está en juego mi vida, si no la posición de la verdad frente a la incertidumbre de la interpretación. Me pregunto ¿acaso la verdad aún tiene un lugar de valor en el corazón del hombre? ¿La vida humana ha cobrado tan poco sentido objetivo que aquella solo depende del envoltorio cultural que viste dicha vida?

Fue un día normal uno como cualquier otro, cuando el infierno me cubrió, cuando una maldad tan poco usual, tan extraña, que hasta el día de hoy parece tan impropia, el mismo hecho de narrar mi historia juega con la esperanza misma de creer que alguien podría apreciarla según el valor que merece. Debo corregirme casi de inmediato, no fue un día del todo normal, aquel día la que hoy es mi esposa fue golpeada en un lugar público, ese día también a mi esposa la amenazó su madre diciéndole que si se atrevía a reclamar su derecho como madre de criar a su hija se arrepentiría el resto de su vida, aquel día existió un aura denso en el ambiente, aquel día corrieron lágrimas y los corazones de mi esposa junto al mío se detuvieron por un segundo, aquel día comenzó un duelo, aquel día se nos infringió una herida tal que hasta el día de hoy sangra.

Aquel día comencé a ser interpelado, aquel día el mal mostró un poco de su verdadero rostro y de su poder, aquel día me vistieron con lo peor que un hombre podría desear cargar, aquel día la hija de mi esposa me acuso de abuso sexual y violación.
Aquel día, supe cada vez me sería más difícil sonreír al punto que hoy solo corren lágrimas por aquello que pude haber logrado y se me arrebató de aquella oportunidad. Desde aquel día, comenzó mi pesadilla por demostrar mi inocencia, pues descubrí que por ser hombre, por ser blanco, por ser diferente, era automáticamente culpable de lo que fuera. Como Gregorio Samsa, aquel hombre que con sacrificio hace lo que puede por mantener a su familia y un día despierta cucaracha, así fue aquel día, solo que aún no sabía cuan cucaracha me veían, cuan repugnante era a la vista de quienes tanto quise, y en cuánto peligro me encontraba. Pero más allá de metáforas kafkianas, lo que ese día se ejecutó sin posibilidad de defensa alguna fue la amputación de mi corazón y la destrucción sistemática de mi alma.
Nadie me habría advertido.

El objetivo: buscan la destrucción total de mi persona.